El conflicto del Estado chileno con el pueblo mapuche es de larga data. El pasado 9 de julio la sangre volvió a teñir las tierras de Wallmapu. En esta ocasión, en la comuna de Carahue, tras un ataque a la Forestal Mininco, falleció Pablo Marchant Gutiérrez, integrante de la CAM (Coordinadora Arauco Malleco) y un trabajador de la empresa, Ceferino González Marabolí, quedó gravemente herido. Son dolorosas situaciones que se reiteran, una y otra vez. ¿Hasta cuándo? Con motivo de la reciente publicación de The Wallmapu (Editorial Catalonia, 2021), su autor Pedro Cayuqueo, tuvo una conversación con www.elmauleinforma.cl para analizar el tema.
Pedro, ¿cómo surge The Wallmapu?
-The Wallmapu es un libro que recopila mis textos periodísticos de los últimos dos años, hay entrevistas, reportajes y columnas de opinión que son parte de mi trabajo habitual en prensa escrita. Juntos y vistos en perspectiva, estos textos constituyen una larga crónica sobre el conflicto actual tanto en Chile como en Argentina. Es también una radiografía al segundo gobierno de Piñera en materia indígena, con sus errores, horrores y escasos, por no decir nulos, aciertos.
¿En qué momento surgió el conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado Chileno?
-Lo he documentado en varios de mis libros y en especial en la saga Historia secreta mapuche: surge cuando violando tratados existentes entre ambas repúblicas y las jefaturas mapuche, chilenos y argentinos dan inicio a campañas militares conjuntas de invasión del Wallmapu, el país de nuestros ancestros. Allí parte todo. Olvidemos a los españoles por un rato, ellos nada tienen que ver con el conflicto actual en las regiones del sur. Esto es entera responsabilidad de las repúblicas y sucesivos gobiernos que han sido sordos, ciegos y mudos ante un reclamo histórico legítimo.
¿Comparte que la solución es política?
-Absolutamente; a conflictos políticos, soluciones políticas. Entregar a las fiscalías y Carabineros la posible solución a este tipo de controversias es no entender nada de su trasfondo histórico, político y cultural. Ha sido el error recurrente en los últimos treinta años: pretender que sean los tribunales de justicia quienes resuelvan este asunto. Es una estrategia que solo ha incrementado la violencia y agudizado el problema, validando lógicas de confrontación étnica que ningún habitante de la zona sur desea. Lo han advertido incluso ministros de la Corte de Apelaciones de Temuco: la solución debe ser negociada, dialogada y ello demanda responsabilidad de los actores políticos involucrados, partiendo por el propio gobierno.
Una oportunidad histórica
Pedro Cayuqueo Millaqueo (Puerto Saavedra, 1975) es un periodista y escritor chileno. Entre sus obras destacamos: Solo por ser indios (2012), La voz de los loncos (2013), Esa ruca llamada Chile (2014), Fuerte Temuco (2016), Historia secreta mapuche (2020). Todas publicadas por el sello Catalonia. Como precisa el historiador Fernando Pairicán: “Pedro Cayuqueo ha intentado responder una pregunta: ¿en qué momento surgió el conflicto entre el pueblo mapuche y el Estado chileno?”.
Puntualiza Pairican: “En definitiva, el nuevo libro de Cayuqueo nos va entregando una perspectiva desde lo mapuche en relación con la construcción del Estado – nación a partir de las contingencias recientes… Si será la autodeterminación o un Estado plurinacional la “madre de todas las batallas para los pueblos originarios en el actual proceso constituyente” – según Cayuqueo – dependerá de la acción colectiva de los habitantes del Wallmapu. Chile debe pasar del Estado – nación del siglo XIX a un moderno e inclusivo Estado Plurinacional del siglo XXI. De una mediagua estrecha, incómoda, a una ruca espaciosa y amable donde por fin quepamos todos y todas”.
Pedro, ¿qué podemos aprender de lo ocurrido en países como Nueva Zelanda y su trato a los pueblos originarios?
-Podemos aprender que el camino es reconocer el problema, establecer medidas de reparación y abrir espacios reales de inclusión y reconocimiento de nuestras primeras naciones. En Nueva Zelanda el primer paso fue revisar el cumplimiento del Tratado de Waitangi de 1840, el último acuerdo diplomático entre la corona y los maories. Lo mismo podríamos hacer en Chile con el Tratado de Tapihue de 1825, revisar su cumplimiento y desde ahí evaluar medidas de reparación histórica si es el caso. Es lo que nos enseña la experiencia neozelandesa.
¿Tiene confianza que en el proceso constituyente que vive Chile se pueda establecer una nueva relación entre el pueblo mapuche y el Estado chileno?
-Soy optimista, me tocó abogar y ser parte de la tramitación legislativa de los escaños reservados, para mí el principal triunfo de las naciones originarias desde el retorno de la democracia. Ello más la presidencia histórica de la Convención por parte de la académica Elisa Loncón son garantía de que nuestros anhelos serán atendidos en la nueva carta fundamental. Para mí es como un retorno a los viejos parlamentos entre mapuche y españoles, no dejo de emocionarme cada vez que caigo en cuenta de lo que estamos viviendo.
¿En qué sentido este largo conflicto puede ser también una oportunidad para la sociedad chilena?
-El conflicto, mal llamado mapuche, es ante todo un conflicto chileno: de Chile con su identidad, de Chile con su memoria, de Chile y los chilenos con el espejo. Los mapuche tenemos bastante clara nuestra identidad, cultivamos la memoria y desde ahí nos proyectamos al futuro, al siglo XXI. Es Chile quien pareciera no tener claro de dónde viene y hacia dónde va. He allí entonces la oportunidad que implica el conflicto. Hablamos de la posibilidad de reencontrarse los chilenos con sus raíces culturales, identitarias, inclusive genéticas como demuestran diversos estudios científicos sobre mestizaje.
¿Incluso para las forestales que son parte del problema?
-Las forestales son parte del problema de la misma forma que lo son todas aquellas industrias extractivas en Wallmapu. Y existe consenso en la actualidad que aquel es un modelo de desarrollo agotado, que no garantiza buen vivir a nadie en los territorios. La gran industria forestal deberá tarde o temprano retirarse de Wallmapu, aquel es un mandato que la propia Ñuke Mapu (es decir, la tierra en su sentido más profundo) nos hace a todos sus hijos e hijas. ¿Por qué no apostar en Wallmapu por un modelo de desarrollo distinto, amigable con el medio ambiente y con los seres (naturales y no naturales) que habitan este bello territorio? He allí un desafío tremendo.
¿Cómo se debe manejar la situación de las posturas más radicales de sectores del pueblo mapuche?
-Con diálogo y negociación política. La radicalización del conflicto y de ciertos sectores mapuche obedece a la natural agudización de la confrontación fuerza pública/comunidades existente en diversas zonas. Gran parte de los grupos radicales nacieron como grupos de autodefensa ante arremetidas patronales o policiales, y de allí han dado el paso a estructuras de choque y propaganda armada más o menos sofisticadas en el tiempo. Es una evolución de manual.
¿Qué daño han causado estas posturas?
-Es relativo, el movimiento mapuche en su amplia diversidad de posturas es consciente del rol que el mundo radical ha jugado para que el tema se posicione en la agenda pública y gubernamental. Esa es una realidad indesmentible y también dolorosa. La violencia política no nace por generación espontánea, surge en un escenario de violencias que van desde la represión estatal al racismo vernáculo de la sociedad winka sureña. Allí se encuentra su caldo de cultivo. Lo negativo es el drama humano asociado a su ejercicio y la estigmatización –por parte de los medios de siempre– de todo un pueblo como violento y/o terrorista.
Ha mencionado que una reconciliación regional en La Araucanía, ayudaría a un reencuentro.
-Se requiere avanzar hacia un proceso de paz, es el camino que debemos transitar como sociedad pluriétnica en Biobio y la Araucanía. No puede ser la confrontación fratricida nuestra herencia a las nuevas generaciones, esta espiral de violencia debe terminar y no existe fuerza más poderosa para ello que el diálogo, la conversación, el parlamento a la usanza de nuestros ancestros. Hay quienes piensan, anhelan que esto se resuelva a los tiros, con intervención militar y ante ellos debemos rebelarnos quienes creemos en la resolución pacífica de conflictos.
¿Se inclina por la autonomía o por una plurinacionalidad?
-Caminan de la mano: la plurinacionalidad es un nuevo rayado de cancha constitucional que abre la puerta a las autonomías, al autogobierno, al traspaso de competencias, al ejercicio de nuestro derecho a la autodeterminación interna. No es lo uno o lo otro.
¿Qué pasos se deben dar para que Chile pase a un moderno e inclusivo Estado Plurinacional?
-Se debe avanzar en reconocimiento, reparación y políticas de inclusión respetuosa, pero quizás el mayor desafío sea el urgente cambio cultural de la sociedad chilena. Dejar de mirar hacia afuera y encontrar en su propio suelo aquella identidad extraviada que la caracteriza. Ese encuentro de la chilenidad con su morenidad indígena aún está pendiente, pero es un proceso en marcha, en desarrollo, lo prueba la alta sintonía e identificación de las nuevas generaciones con la justa causa de las naciones indígenas. Ellos son el futuro.