La nueva Constitución no será la panacea ni la solución a todos los problemas, pero si significa una oportunidad para construir algo que pueda ser de todos y que lo sientan así todos o una gran mayoría, lo cual no fue posible con las constituciones anteriores.
Es una gran oportunidad y el saber aprovecharla dependerá mucho de los 155 convencionales constituyentes, si pueden llegar a acuerdos en mínimos comunes en los temas más estratégicos. La Constitución será un punto de encuentro, un punto de partida en el cual muchos se sentirán parte de y eso es muy importante en cualquier sociedad y si bien no será el mejor instrumento del mundo, pero será nuestro y a partir de ese momento el país podrá vivir un futuro de construcción conjunta en que todos se sientan parte y no como antes o hasta ahora, donde algunos quedaban al lado de afuera e incluso pateando la puerta.
Cuándo si no es ahora, se habría podido tener paridad, representantes de pueblos originarios y una presencia importante de la ciencia en la política, con una participación relevante como la tiene en la convención constitucional. Nunca. No es un tema valorado por el mundo político. En cambio, ahora la gran mayoría si lo valoró. Con esto es posible hacer una gran diferencia, partiendo desde la Constitución.
Cuando triunfó la Concertación, se temía lo peor para la economía, que el crecimiento iba a decaer posiblemente y el país podía entrar poco menos que en una recesión, sin embargo, vinieron los mejores años de la economía, dicho ahora y defendido por la centroderecha incluso, fueron estos años donde el país creció y progresó superando indicadores deficitarios en distintas área del desarrollo.
A lo mejor ahora vienen tiempos similares y puede ser factible impulsar un crecimiento distinto y muy necesario del país dado que en el pasado reciente, el estancamiento de la economía, de la innovación y de las inversiones en ciencia y tecnología no ha permitido recuperar el ritmo que se tenía hasta hace unos años.
Bien cabe el beneficio de la duda, hacia el aporte de quienes han estado fuera o excluidos y no han podido probar sus recetas, junto con esa mayoría silenciosa de independientes, que se impuso el 15/16 M, que combinados con las de los que han estado a cargo del desarrollo económico y la política pública hasta la fecha, bien pudiera transformarse en una contribución importante al desarrollo nacional, cuando más se necesita.
Por primera vez, quienes antes se sentían excluidos y armaban mucho ruido por fuera, ahora están en una posición de dominio que les ha permitido ir definiendo hitos de la agenda, gracias a que en alguna medida han tenido al gobierno y a la política tradicional arrinconados, apocados por los magros resultados de las últimas elecciones.
Antes eran los excluidos del sistema político y hoy tienen una especial representación, lo que les ha permitido hacer incluso exigencias amparándose en la convención constitucional y pararse en una posición contestataria frente al gobierno y el sistema.
Estamos como país en un momento súper creativo, innovador y no previsible. Hay que dejar atrás la cultura del miedo y de que todo lo nuevo puede resultar peligroso y jugarnos a concho porque los consensos y el proceso que aquello conlleva, sean lo mejor posible. Porque de seguro, si nos lo proponemos, los caminos que se abrirán serán más propositivos y más inclusivos por lo tanto de mayor provecho y proyección para Chile y toda su población, considerando mucho donde se viva, especialmente en los territorios rezagados. En buena, hay que sumarse todos, a construir una mejor constitución para un mejor país.