Recuerdo que hace unos años, conocer el resultado de un encuentro deportivo ocurrido en Europa, podía tomas varias horas e incluso días en conocerse, saber de un acontecimiento de relevancia, implicaba leerlo en algún medio escrito, lectura a la cual se accedía por medio de la compra de la publicación impresa.
SI no había noción sobre lo que se comentaba en los medios de información de la época, quedada solo la opción de escucharlo desde quien se había informado, lo que no estaba exento de alguna distorsión.
El fenómeno de la globalización de las comunicaciones vino a solucionar el problema de la desinformación, hoy día la instantaneidad de la información y la innumerable cantidad de emisores, han permitido que la ciudadanía se informe en el momento que ocurren los hechos.
En el año 2019, la masificación de la información en redes virtuales, solo en América latina era de un 80%, y un reciente estudio hecho sobre los mismos criterios, indican que solo en 2020, este fenómeno crece un 2% producto de la pandemia y continúa expandiéndose.
Un estudio de Paige Cooper, consultora internacional de márquetin virtual, recientemente publicado indica que:
– El 97% de los consumidores digitales han utilizado las redes sociales en el último mes.
-El 84% de las personas que cuentan con acceso a Internet usan redes sociales.
-El 50% de la población mundial está usando redes sociales, es decir, 3.8 mil millones de personas (un aumento del 9.2% desde 2019).
-América Central y Asia Oriental tienen la mayor saturación de redes sociales, con un 84 % cada una
-En Europa, el norte de Europa tiene el mayor porcentaje de usuarios de redes sociales (79 %), en comparación con el sur de Europa (que cuenta con 66%), Europa occidental (62 %) y Europa oriental (57 %)
-El norte de África presenta el mayor uso de redes sociales con un 55%, seguido del sur de África con un 49%. Mientras tanto, África oriental (13 %), media (10 %) y occidental (21 %) tienen el mayor margen de crecimiento.
Si miramos nuestro país un estudio de la consultora Criteria, indica que el uso promedio semanal de dispositivos conectados diariamente, pasó desde un promedio de 18 horas a 22 una vez decretado el confinamiento en Chile. Además, según un estudio de la consultora Statista, el número de publicaciones realizadas en redes sociales en el país creció un 53% en marzo de 2020 con respecto al mismo mes del año anterior.
El aumento de la comunicación entre las personas es sin duda una gran ventaja, impensada en quienes participábamos de la época de este prologo.
Sin embargo, la comunicación global ha desatado un fenómeno que, al paso del tiempo, es pertinente comenzar a regular.
La gran cantidad de redes sociales de comunicación existentes, todas con distintos objetivos y nichos de participación, desataron hoy en día, la llamada época del like, es decir, publicar cualquier cosa y a costa de quien sea, con la finalidad de adquirir seguidores y así poder convertirse en un ‘influencer social’, una especie de validación como un referente confiable de expresión, dejando de importar ahí, la calidad, veracidad y el chequeo de la fuente primaria de emisión.
Es de esta forma, como muchos escondidos en un seudónimo, propagan una información por las redes, sin importar de donde viene a cambio de una aprobación (like) , solo interesa copiar.
Es aquí donde se requiere fijar una responsabilidad de la emisión y la réplica, porque lamentablemente, los perjudicados con información no certera y proveniente de fuentes desconocidas, son producto de un daño irreparable, que nadie posteriormente se encarga de enmendar.
Esto, ha configurado escenarios de temor en todas las esferas, casos de ello son muchos, como, por ejemplo, los vividos en Chile, donde políticos acorralados por la opinión social, definen políticas más por presión que por convicción.
En las últimas elecciones, no hemos estado exentos de aquello; ya cuando la política se ha quedado sin ideas, generan una posverdad, definida como la mentira emotiva que describe la distorsión deliberada de una realidad en la que los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en las actitudes sociales.
Tener en la mano un dispositivo con acceso a una red para disparar una funa, denostar, acusar, ensuciar o lisa y llanamente emitir un juicio apresurado, sobre una persona, sin tomar conocimiento de los hechos, adoleciendo de una investigación previa y sin el respaldo de una sentencia judicial que lo avale, se transforma en una arma fácil de gatillar por un desconocido, que hace mucho daño y que al final de cuentas, queda impune y con la recompensa del respaldo de una red que hace suya la acusación.
En Chile, se hace urgente legislar sobre la obligación de que toda persona que participe de una red social se identifique clara y meridianamente, de manera de que esta sea responsable de las opiniones, acusaciones y material que emite, al igual de cómo se hacía en aquellos periódicos de antaño, donde esta práctica estaba claramente responsabilizada por la firma al pie de la nota de quien la emitía.
Esta norma, debería obligar a reponer muchas honras mancilladas con acusaciones sin mayor fundamento, que se replican en la red a cambio de un like, pero que destruyen la vida de las personas de manera irreparable.
Si sabes algo, denúncialo, pero hazte cargo que el acusado también tiene derechos.