Las elecciones de gobernadores dejan claro la necesidad de cambios no sólo por la abrumadora derrota de quienes no los querían (la derecha solo obtuvo un gobernador), sino por la preocupante abstención electoral que ni siquiera alcanzó el 20%, lo que denota una fuerte desafección de la ciudadanía con la política.
Tales cambios además de necesarios deben ser rápidos y convocantes, y en esto se cifran muchas esperanzas en la convención constitucional. La elección de la región metropolitana inevitablemente se presidencializó, y si bien el pacto Frente Amplio-Partido Comunista perdió ante la Unidad Constituyente, lo cierto es que tal derrota fue con un porcentaje alto, más del 47%, lo que no necesariamente demuestra que buena parte de la región metropolitana se izquierdizó, pero sí que la paciencia se agotó.
Sin embargo, las elecciones hay que analizarlas a nivel nacional y no solo del centralismo de la región metropolitana, lo que nos da también otra conclusión: 10 gobernadores para la Unidad Constituyente, 2 para el Frente Amplio, 1 para Chile Vamos, 1 Ecologistas y 2 Independientes de oposición. Es decir, la centro izquierda ni por lejos estaba muerta como varios vaticinaron en la elección de constituyentes, la cual, en concordancia con la votación del tipo de convención del último plebiscito, denota que la elección de mayo estuvo motivada más para el voto hacia constituyentes independientes que el voto partidista… otra sabiduría más de nuestro electorado.
Se desprende como mensaje de estas elecciones de gobernadores que ha ganado la necesidad de cambios pero con dialogo, mucho dialogo, donde la imposición, la intolerancia y la caricatura no tienen espacio.
Digo imposición e intolerancia porque hemos sido testigos que ante cualquier desavenencia con los postulados del sector más izquierda de la oposición, automáticamente se es tildado de “neoliberal”, lo que daña el buen debate.
También caricaturas muy propias de la derecha que frente a alguna idea en disonancia con la defensa de su modelo económico, como lo ocurrido con el proyecto de nacionalización de los fondos de pensiones, es inmediatamente moteado de “expropiatorio”, sin ni siquiera abrir el dialogo respecto de cuál es la mejor entidad para administrarlos, o si se otorga la libertad para que cada uno elija por una administradora pública o privada, o también dónde invertir los fondos, esto es, en el extranjero o dentro de Chile, es decir, todas discusiones que la caricaturización nos priva.
Esta cultura de propiciar el miedo como método de acción política no ayuda en nada para lo que viene. Pero tampoco colaboran en tan propósito la burla de tales miedos con frases como “el miedo cambió de bando” con la que algunas líderes del Frente Amplio se refirieron al apoyo que le habrían dado a Orrego sectores más acomodados, más cercanos a la derecha.
La cultura del miedo y la caricatura en discursos públicos y relaciones personales afecta la manera en que las personas interactúan con las demás. El miedo paraliza, pero la caricatura limita nuestro sentido comprensivo, o lo que es peor, anula nuestra mínima capacidad crítica para comprender que alguien se beneficia invariablemente con nuestros temores y denostaciones.
En la discusión constitucional venidera, vendrán muchas ideas de cambios, unas más radicales que otras, y todas deben ser atendidas al fragor de un constructivo intercambio de opiniones, sin vetos ni burlas. Pedir o plantear un cambio, por más extremo que parezca, es eso, una petición o expresión de deseo, pero no el cambio en si mismo, y serán nuestros constituyentes con la colaboración indirecta, participativa, opinante y pacífica de la ciudadanía, quienes dialogaran la pertinencia de estos.
En fin, no temamos a la discusión ni el dialogo … ¡abrámoslo!