“Ahora los niños van a comer puro pasto”, escribía un tuitero luego de conocer la noticia de que la Cámara de Diputados, respaldara el proyecto que incorpora y promueve criterios de alimentación escolar saludable en Junaeb, y el respeto a las preferencias de los beneficiarios por la alimentación vegana o vegetariana. Sin lugar a dudas, un tremendo avance que beneficiará a cientos de niños, niñas y adolescentes que, muy por el contrario a la caricatura que se escribía en Twitter, no tenían opciones reales de comida que no fueran de origen animal.
Según los datos arrojados por la Cadem en su encuesta ‘El Chile que Viene’, en 2018 1 de cada 5 personas se declaró vegano o vegetariano, registrándose una clara tendencia a eliminar las carnes en los menores de 20 años. Tres años después, este número va en aumento. Basta con mirar los pasillos especializados que hoy existen en supermercados y tiendas de comida que -poco a poco- van posicionándose como una alternativa cada vez más consolidada, dada la gran demanda por este tipo de productos.
Pero, ¿qué es el veganismo? Este término fue acuñado por los ingleses Donald Watson y su esposa en 1944, quienes crearon una asamblea vegetariana después de haber visto la explotación que sufrían los animales de granja. Fue en estas reuniones donde expusieron sus argumentos de injusticia del sistema de explotación ganadera, originándose de esta manera, lo que se conoce hoy como Vegan Society. En simple, el veganismo va mucho más allá de la mera alimentación, es una filosofía que promueve el respeto hacia todo ser vivo y la oposición a la explotación de los mismos. Es por esto que las personas veganas no consumen ningún producto de origen animal ya sea en vestimenta, alimentación o entretenimiento.
En estos tiempos de pandemia y profundas transformaciones sociales que enfrentamos, las cuales nos han llevado a repensar el tipo de sociedad que queremos y nuestra relación con otros y con nuestro entorno, es clave entender que el veganismo para muchos, no es sólo una dieta. No se trata de calorías más o menos. Es un rechazo a la violencia y crueldad -instalada y heredada culturalmente- hacia todo ser vivo y, por consiguiente, se plantea como un movimiento social basado en el principio moral del respeto a la vida y hacia el mundo en el que vivimos. El hecho de que hoy las escuelas comiencen a visibilizar este tipo de necesidades para los estudiantes que atienden es una tremenda oportunidad. No solo para dar respuesta a la nula oferta alimenticia vegana o vegetariana en los casinos de nuestras escuelas y colegios, sino que también para replantearnos la manera en que, históricamente, hemos abordamos distintas problemáticas y fenómenos globales que no afligen como sociedad.
Por ejemplo: ¿sabía usted que la producción agropecuaria utiliza el 30% de la superficie libre de hielo (FAO 2006) y entre el 20-33% del agua potable del planeta? ¿Estaba en conocimiento que el 37% de los gases de efecto invernadero de la ganadería (sector que representa el 15% de todas las emisiones vinculadas a la acción humana) son producidos por la contaminación de metano que se genera durante la digestión de las vacas y otros rumiantes, según reporta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura?. O algo aún más sustantivo: el problema de la hambruna podría resolverse perfectamente con una transición a este tipo de dietas versus a una basada en el consumo de carne, según reportó el comité de expertos en administración de recursos de la UNEP (Programa de Medio Ambiente de la ONU) por allá en 2010.
¿Y qué sabemos de la deforestación? Según el Ministerio de Agricultura de Chile casi la mitad de la carne que se consume en el país es importada de Brasil, vale decir, se produce en lo que antes era y que podría haber seguido siendo selva Amazónica. Peor aún, la carne de los próximos años vendrá precisamente de los terrenos que se incendiaron sin control hace un par de años y que fueron destinados para la producción de grano para engorde animal. Al parecer, como queda en evidencia, sí existen otras perspectivas desde donde analizar los grandes problemas que nos aquejan.
No es fácil. Es cierto. Tanto nuestros principios éticos y morales como nuestras prácticas alimenticias responden a modelos culturales heredados. En donde es aceptado comer cerdo, pero sería impensado engordar artificialmente a nuestras mascotas para luego comerlas en una parrilla, por ejemplo. Son hechos incómodos, lo sé. Pero con este nuevo paso que damos en educación, podemos instalar una serie de cuestionamientos en nuestras salas de clases, para mirar las cosas desde un nuevo ángulo o, al menos, abrirnos a la posibilidad de considerarlos. Porque cuando creemos que todo está a nuestra disposición como seres humanos, es cuando suceden las injusticias éticas y sociales. Tal como dijo de Alice Walker, escritora afroamericana y feminista que recibió el Premio Pulitzer a la obra de ficción en 1983, “los animales existen en el mundo por sus propias razones. No fueron hechos para el ser humano, del mismo modo que los negros no fueron hechos para los blancos, ni la mujer para el varón”.
Como para pensarlo, ¿no?