Hace un par de décadas, cuando Mariana Aylwin era ministra de Educación, escribimos una columna en un matutino financiero nacional denominada “La aptitud de la Chile”, donde describíamos la deficiente administración que hacía la Universidad de Chile del DEMRE, en la gestión de la Prueba de Aptitud Académica y su proceso de postulación.
Falencias de compaginación, filtraciones de facsímiles el 98, problemas de ponderación entre los postulantes de la Usach el 2000 y los caóticos tumultos del proceso de inscripciones en el Estadio Nacional, por recordar algunos. Donde incluso se llegó a revertir la decisión del Consejo de Rectores de licitar la Prueba de Aptitud Académica (PAA) con la anuencia de la ministra. Fue la primera y única columna que me publicara ese medio, debut y despedida, al parecer no fue del agrado de su propietario que le cuestionaran a su alma mater. Así es y era el Chile que ha sido cuestionado con los estallidos, social y ahora último electoral.
Me acordé de esta anécdota cuando leí sobre la invitación a una sesión telemática a los 155 Constituyentes elegidos recientemente por parte de las dos grandes universidades, la PUC y la U. de Chile, la santa alianza. De seguro les quieren informar de lo mucho que han realizado como parte de este proceso constitucional y de lo que les pueden ayudar. No creo que exista algún aprovechamiento ni nada por el estilo. Nadie podría pensar mal.
Ojalá que en la conversación con Constituyentes convocada por los rectores no se haya limitado a la defensa de los intereses que sólo los favorecen a ellos.
Legítimos, por cierto, como es hacer que el mercado no tenga tanto protagonismo en el ejercicio del derecho a la educación y que la competencia termine perjudicando las capacidades de miles de jóvenes. Lo decepcionante es que esa competencia que promueve el mercado, y que estas universidades muchas veces critican, en ocasiones la usan para ir a competir en regiones con nuestras universidades regionales, y elaborar, por ejemplo, las Estrategias Regionales de Desarrollo.
Miren qué contradicción, pensar el desarrollo de los territorios, lo hacen las universidades metropolitanas del centro político. ¿Cómo es posible que las Estrategias Regionales de Desarrollo de Los Ríos, Los Lagos y Ñuble, por nombrar solo algunas, las estén elaborando estas dos universidades nacionales?
¿Es que acaso en estas materias tienen capacidades sustantivamente mejores y más pertinentes que las que tienen nuestras universidades regionales? Estas dos universidades, amparadas en el mercado, compiten y se quedan con el preciado derecho de pensar el territorio sin las universidades regionales. El Centralismo también está metido en estas universidades, centralismo que muchos de sus académicos estudian, critican y publican en revistas científicas.
Ojalá que también estas dos universidades nacionales defiendan el derecho de las universidades regionales para que, por ejemplo, no compitan bajo condiciones adversas en la adjudicación de fondos de investigación Fondecyt o Fondef u otros.