La Subdere diseñó el Índice de Competitividad Regional (ICR) 2021. Ello es una buena noticia pues se había alejado de tal ámbito aún a sabiendas que éste índice es fundamental para elaborar políticas públicas sub nacionales y toma de decisiones en conjunto con las empresas, los centros educacionales y las organizaciones sociales; es decir, para mejorar la gobernanza.
La mala noticia es que nuestra región del Maule ocupa entre 15 regiones (aún no se incorporó en el estudio la región de Ñuble) la posición relativa 14º. Ello en un contexto general en que todas las regiones mejoraron su competitividad, por tanto, la situación es que las otras regiones mejoran más y más rápido, lo que trasunta una pobre gobernanza regional en el Maule.
Efectivamente, de las tres dimensiones medidas en base a 73 variables, el Maule se posiciona en el 15º en productividad y en el lugar 14º en calidad de vida. Y, en cuanto a la tercera dimensión, sustentabilidad, mejor el de nuestra región ubicándose en el lugar XX.
Definitivamente, la situación del Maule es grave debido principalmente a la terquedad de las autoridades por desoír los numerosos estudios científicos que aconsejaban concentrarse y trabajar sistémica y sistemáticamente los planes competitivos que paradojalmente el mismo Gobierno Regional contrató; por el contrario, se decidió obrar más por la inercia, presionado a veces por el centralismo aunque más por clientelismo.
Es más, el Fondo Nacional de Desarrollo Regional se constituyó por décadas en un fondo sino comunal, a veces hasta vecinal, motivado más por electoralismo que por vocación de genuino desarrollo integrado estructuralmente como regional.
Es tan grave la situación que el ICR nos notifica que en la dimensión productividad, entendida en éste como la capacidad de generar condiciones de producción, nuestra región de Maule se encuentra muy débil en capacitación per cápita, PIB per cápita, inversión per cápita del FNDR, gasto en Inversión y desarrollo y colocaciones per cápita de las empresas.
En la dimensión calidad de vida, entendida en el ICR como la capacidad de generar bienestar, la situación en nuestra región es igual de deficiente pues en el coeficiente Gini, la capacidad de generar ingreso, incivilidades, allegados en vivienda, y en salud (fallecimientos por sistema respiratorio, circulatorio y tumores…)
En la dimensión sustentabilidad, entendida en el ICR como capacidad de mantener potencialidad en el largo plazo, nuestra región mejora siendo relevante en variables tales como: bosque natural y mixto, especies amenazadas, emisiones de agua per cápita, emisiones de fuentes fijas per cápita, promedio SIMCE y PSU e inversión privada y extranjera per cápita (que se espera esta variable sea alta)
Todo ello ya se había adelantado hace bastante tiempo al Consejo regional del Maule y a los respectivos Intendente Regionales y a la nueva Gobernadora Regional que acaba de asumir hace pocos meses. Sin embargo, la respuesta ha sido la antes señalada o la indiferencia, por ser diplomáticos.
Es más, inclusive se le ha entregado en el año 2018 al Gobierno regional del Maule, un estudio aplicado sobre una problemática que ninguna región de Chile posee: La política pública sub nacional de Gobernanza para la Competitividad.
No hay peor sordo del que no quiere oír…
Tal irresponsabilidad no puede persistir, el Maule ya no resiste más tanta incompetencia de autoridades con “mirada breve” o miope, de acendrado electoralismo, de celos institucionales respecto hasta de las o universidades regionales, o simplemente de irreversible incapacidad.
La ciudadanía del Maule debe aprender esta lección… y también los actuales postulantes al CORE los cuales deben proponer y actuar en pos de una genuina gobernanza, capaz de trabajar con visión compartida ya expresada en tantas “Cartas de Navegación” territorial y políticas públicas sub nacionales entregadas al GORE Maule; con mirada de mediano y largo plazo, y con el más amplio espectro.
De lo contrario, seguirá el Maule entre las regiones con menor productividad de nuestra querida patria, y con una esmirriada calidad de vida que es fin último de la competitividad territorial.