Dentro de menos de dos meses seremos convocados para pronunciarnos sobre la propuesta constitucional que salió de una convención integrada paritariamente por 77 mujeres y 77 hombres elegidos democráticamente.
Las alternativas en juego son tan solo dos: o se mantiene la constitución vigente de 1980 de triunfar la opción rechazo, o se instaura la nueva constitución que se está dando a conocer, se triunfa la opción apruebo.
En teoría debiera ganar la opción apruebo si nos remontamos al plebiscito de entrada, donde casi el 80% de los votantes se pronunció por una nueva constitución en reemplazo de la del 80. Luego de este plebiscito de entrada se procedió a elegir a los convencionales, donde la derecha quedó reducida a la más mínima expresión, sin capacidad de veto alguno. No alcanzó siquiera a reunir el tercio de los convencionales. Sin embargo, esa misma derecha se recuperó en la última elección parlamentaria, donde se ha atrincherado con una representación que va mucho más allá del tercio.
La opción del rechazo en el plebiscito de salida tiene un piso mínimo dado por el porcentaje alcanzado por el rechazo en el plebiscito de entrada, poco más del 20%, más el de quienes desde la derecha se abrieron a un cambio constitucional conscientes que la cuerda no podía seguir estirándose más y más. Dentro del casi 80% que apostó por una nueva constitución podemos asumir que un cuarto de ellos, esto es, un 20% está desconforme con la propuesta constitucional que salió de la convención, que no es la que esperaba. Llegamos así a un piso del 40% para el rechazo en el plebiscito de septiembre. A este porcentaje habría que agregar a los desencantados de la ex Concertación y particularmente dentro de la democracia cristiana (DC). La reciente Junta Nacional de la DC vino a confirmar la existencia de las dos almas que han atravesado a la DC desde los tiempos de Frei Montalva.
En consecuencia a la justa electoral de septiembre llegan las opciones apruebo y rechazo sin que ninguna de ellas pueda cantar victoria de antemano. Se presume que la llegada será estrecha. Este solo hecho es revelador de las sustanciales diferencias que nos atraviesan, agravadas por una beligerancia que es acicateada gratuitamente por las redes sociales por la vía de la propagación al por mayor de falsedades manifiestas. Esta realidad es de por sí negativo, debido a que anticipa una perpetuación del clima imperante que en nada favorece la concordia y la paz social tan necesarias para un desarrollo en plenitud.
Si bien han aparecido voces destinadas a morigerar ambas opciones (rechazo para reformar y apruebo para mejorar), la verdad que las opciones en lisa son tan solo las que estarán en la papeleta: apruebo o rechazo. Lo que ocurra el día después dependerá de la magnitud o estrechez de la diferencia y de la fuerza interpretativa que se le dé al interior de la opción triunfadora.