El llamado fue a una gran manifestación en el Galle Face Green, un popular sector de Colombo, la capital de Sri Lanka, la antigua Ceylán. La convocatoria era para protestar el 9 de julio por la situación económica.
Habían buenas razones para la indignación: largas colas para cargar gasolina, dificultades para conseguir gas para la casa y repetidos cortes de energía.
Muchos creyeron que sería un fracaso debido a la imposición del toque de queda. Pero no fue así. Las redes sociales como en todas partes se mostraron muy activas, mientras que diversos partidos políticos y sindicatos se sumaron al llamado que terminó por convertirse en una petición de renuncia del gobierno. Y así lo logró.
Fue como el derrumbe de un castillo de naipes.
El Presidente Gotabaya Rajapaksa, cabeza de una familia multimillonaria, luego de un intento frustrado, solo pudo salir de la isla en un avión militar sin molestarse en firmar su renuncia. La envió desde Singapur.
Destino paradojal de un país-isla que tuvo un pasado esplendoroso y se inició auspiciosamente como nación independiente en 1948, gracias a sus excelentes productos, empezando por el té.
La situación actual, cuando ya asumió precariamente el poder el ex primer ministro Ranil Wickremesinghe, sigue siendo difícil. Todo lo ocurrido es apenas el pálido reflejo de una compleja -y a veces sangrienta- historia.
Los viajeros -señaló Le Monde- “la han bautizado como la ‘Perla del Océano Índico´, pero Sri Lanka, a pesar de su reputación de paraíso tropical, arrastra una triste historia como capital del terror: las últimas cuatro décadas han visto a la antigua Ceilán como una siniestra cohorte de déspotas , sanguinarios separatistas, guevaristas ilustrados, políticos corruptos y embriagados de poder, que se han apoderado de esta isla del tesoro (por sus zafiros, rubíes, topacios, y su ´joya´ más preciada, el té”.
El nueve de julio empezaron a precipitarse los acontecimientos. Pese a los escépticos, señaló el diario Daily Mirror, se fue juntando una mltitud, “muchos habían caminado mientras que otros se dirigían hacia Galle Face Green en camiones, camionetas y otros medios de transporte. A las 9:00 a.m., la multitud desafió a los policías que habían formado una barrera humana impidiendo la entrada hacia el Palacio Presidencial. La situación en el extremo de la calle Chatham se estaba poniendo tensa cuando varios policías comenzaron a disparar gases lacrimógenos y agua a alta presión contra la gente. Testigos oculares dijeron al Daily Mirror que la policía había recurrido a los ataques cuando la gente pasaba la barrera humana de la policía y forzaba su entrada hacia el Palacio Presidencial. En el caos consiguiente, parte de la multitud se metió incluso a la piscina presidencial en un festival de ira combinada con alegría.
Todo esto ocurrió apenas tres años después de una serie de atentados yihadistas sin precedentes: el día de Pascua de 2019, ocho miembros de un escuadrón suicida de islamistas de Sri Lanka se inmolaron en iglesias de la minoría cristiana . El ataque dejó entonces 268 muertos y 500 heridos.
Pero, sobre todo, remarcó la gravedad de una crisis social y económica no resuelta. En 16 ocasiones Sri Lanka ya ha obtenido el salvavidas del FMI. Ahora está de nuevo en campaña, única manera de intentar resolver sus urgentes problemas económicos y sociales.