En un escenario de tensión e incertidumbre, las personas transitan con frecuencia en un mar de emociones que parecen inundar su mundo interior, expresando descontento, ira y rabia de forma casi automática, sin mediar una reflexión que acompañe la actitud o la acción.
¿Qué estará detrás de la ira y la rabia? En muchos casos lo que se esconde es un sentimiento de tristeza y desesperanza que, al no ser identificados como tal, se disfrazan de emociones que surgen de manera impetuosa, sin reflexión mediadora, provocando en los demás confusión y desconcierto.
En este sentido, la expresión de afecto y las emociones positivas asociadas son revolucionarias, ya que pueden generar cambios en la interacción social. Pequeños detalles permiten marcar una gran diferencia, como saludar cordialmente, agradecer, sonreír, elogiar, destacar lo bueno de los demás y expresar el afecto de forma directa sin temor o vergüenza, se convierten en una bandera de lucha que propicia nuevas y mejores formas de convivencia.
Al respecto, es necesario recordar que las emociones son contagiosas si se logran gestionar adecuadamente, las personas pueden expresar de forma asertiva el descontento y sobre todo expresar el afecto de forma genuina y transparente, sin expectativas.
¿Qué podría ocurrir con estos cambios? Lo más probable es que la percepción de bienestar se potencie y con ello se construya una visión de comunidad más fraterna y ligada, donde veo al otro como un ser valioso en la diferencia, a quien puedo reconocer en sus méritos y al mismo tiempo estar en desacuerdo en algunas instancias, siempre desde el respeto como el primer peldaño que se requiere para amar.
(*) Directora Carrera de Psicología Universidad de Las Américas Sede Concepción