En tiempos -como los actuales- convulsionados en todo el orbe, hay temas que nos obligan a mirar más allá de nuestras fronteras. En Estados Unidos, mientras se profundiza la convicción en el Congreso de que el entonces presidente Donal Trump conspiró para mantenerse en el poder, han surgido otros dos temas: el aborto y la inseguridad provocada por la facilidad para tener armas de guerra.
El aborto es un tema que estalló como consecuencia de los cambios que introdujo Trump, en la composición de la Corte Suprema.
La libertad de comprar armas ha generado trágicos efectos, con muertes incluidas, como las repetidas irrupciones de personas -generalmente muy jóvenes- dispuestas a disparar indiscriminadamente contra niños, profesores y otros trabajadores de la educación.
Se dice que es una tradición que viene desde la colonia y que todo ciudadano tiene derecho a tener armas para defenderse. Entonces, claro, no existían fusiles de guerra asequibles en cualquier lugar y otras armas automáticas. Ningún pistolero del pasado habría sobrevivido si hubiera tenido que enfrentar arsenales como los que están a disposición de cualquier norteamericano con más de 18 años.
El caso del aborto es distinto. Para la mayoría de los cristianos, especialmente católicos, es un crimen. Pero en Estados Unidos, en virtud de una resolución de la Corte Suprema, en 1973 el derecho al aborto se convirtió en realidad. La consigna es que la mujer puede disponer libremente de su cuerpo. De este modo, la decisión reciente de anular el acuerdo del caso de Roe Vs. Wade, levantó una violenta bandera de lucha.
El principal legado del gobierno de Trump consistió en un aumento de los jueces conservadores en la Corte Suprema. Una inédita filtración anunció que venían cambios profundos. Al concretarse estalló en manifestaciones de rechazo en todo el país. “Fue un cambio, dijo The New York Times, no solo en la ley respecto del aborto, sino en el ordenamiento mismo del sistema político de EE.UU.”
Es, sin duda, una decisión contra la corriente. En el mundo entero, 182 países y territorios han aprobado el aborto, como es el caso chileno desde 2017, por tres causales:
*Riesgo vital de la mujer: Requiere diagnóstico médico.
*Inviabilidad fetal: Se necesitan dos diagnósticos médicos en igual sentido de médicos especialistas.
*Violación: Requiere que un equipo de salud confirme la concurrencia de los hechos que constituyen la causal y la edad gestacional. Este equipo debe dar y garantizar a la mujer un trato digno y respetuoso.
El límite para el aborto según el tiempo de gestación puede variar entre las 12 y las 14 semanas.
(En el proyecto de nueva Constitución no se fijó un plazo lo que ha hecho creer a algunos críticos que no habría límites al respecto.
Aunque las posiciones al respecto pueden ser muy extremas, la opinión pública tiene una clara preferencia a favor de la interrupción del embarazo. Una encuesta de Ipsos mostró que el 73 por ciento de los chilenos está a favor del derecho al aborto en general y el 41 por ciento considera que debería ser completamente libre.
Tras el cambio dispuesto por la Corte Suprema de Estados Unidos, la Alta Comisionada para los DD.HH. Michelle Bachelet sostuvo que ese dictamen, representa “un duro golpe para los derechos humanos de las mujeres y para la igualdad de género”.